miércoles, 24 de febrero de 2010

Renacer...

La noche ha sido larga como de cien años de lluvia.
Respiraciones embravecidas inundan el líquido elemento de mi cabeza. Vértigo noctámbulo, jadeo precoz, huracán… agonía.
Para que poblarse de calma, si en ella nada existe. Bendito el viento que ha desatado su tempestad. Bendita la tierra que matiza de bríos a esta raza entumecida.
y del fondo de un cántaro colorado, jadea al fin alguna vena, ¿resistencia?, ¿encuentro?, o simplemente el suelo ancestral que reclama su equilibrio profanado.
Finalmente la tierra ha exigido su heredad y ni mil temblores, o chubascos compensan los verdes y azules teñidos de gris ceniza.
Llega la multitud, que se entrega sin sentir noches oscuras, ni galácticos mutismos y rinden culto a este cielo que amenaza mortal desde la altura.
No sé que fuerza me llama, me convoca en su entraña, pero acudo. Soy al fin parte del todo, mi piel fermentada podrá nutrir alguna semilla.
Dejo de pensarme dueña, para ser esa parte que siempre fui. Sobre este manto silvestre, anhelante de justicia, me entrego.
El dulce cataclismo acaricia desde lejos, en un período que sólo puede entender la misma naturaleza. Reinaran al fin las colinas limpias de plomo. Sólo queda esperar el concierto de silencios selváticos, que rugirán inevitablemente en otro amanecer.
Mientras tanto, en el ritmo de mi propio silencio seguiré dormida, y allí soñaré que el planeta renació.

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