miércoles, 24 de febrero de 2010

Nilo...

A orillas del Valle del Nilo descansan las agudas notas de las señales ancestrales. El amor y el vacío desentrañan los misterios del Egipto Faraónico. Los mares sin rumbo conocen la sentencia, se asoman, se desdoblan. Las fábulas resurgen y el caos es de nuevo el inicio anónimo que alcanza el rondar de los pasos serenos. Despierta la temperatura de las tramas y los retiros. Los embrujos reavivan la sangre podrida por la tierra hasta que empieza a palpitar con más fuerza que en el primer nacimiento, vibran con la fuerza de la oscuridad.
Vigías interrumpen el reposo de sus venas, de sus sentidos, han profanado el lecho oculto y frío. Se levanta la nueva estirpe de espectros, merodean sin trayectoria, ellos serán la intuición, lo elemental, el componente tácito del enigma. La corriente arrastra, seduce y adormece, vamos hacia éste esencial espacio que nos pertenece, somos aquellos vigores, su yacimiento, su soplo, somos la lluvia.

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