miércoles, 24 de febrero de 2010

Quetzalcóatl...

Te deslizas con luces, y fuegos. Ardores de piel, de volcán, de universo. Andar impetuoso, que caldea el agua y la adormece.
Estampa brillante. Disfruta el tributo: grano bruñido del color de tus ojos ardientes.
Quetzalcóatl, padre primigenio, colma mi sangre, inunda de tu aroma mi ser para ascender bendita a tu encuentro, con el ardor del amante, y la alegría del niño.
Estimulo de mi sudor es tu fuego, anhelo transpirar cada fatalidad, no dejes recuperar y embalsamar mi cuerpo, que quiero evaporar los odios y las tristezas.
Gran mago de sueños vespertinos, enciende las noches con tus perpetuas viudas estrellas y en un vaso de oro dame el paso libre a la eternidad.
Quiero dar de mis pechos un fruto dorado como tu luz, amamantar a las razas de este légamo sinuoso, y crear una nueva dinastía de luz.
Regenera mi piel con tus rayos fecundos, turbulento señor de las llamas, enfunda mi ser en una vestidura ceñida de oro luminoso, y engendra en mi seno tus hijos sagrados esmaltados de maíz.
No quiero ser más de esas aguas sin brisa y sin olas, apacibles que caen sobre la tierra, quiero lamer la lengua sagrada templo de tu luz y allí encontrar mi postrer cobijo, señor de lo perdurable.
No ames a la luna cuerpo de gastadas sombras, que enciende su tez con luces prestadas, ilusoria gladiadora que con ascua impura quiere brillar. Ámame a mí que enseño a las mujeres a moler el grano, te entrego musical ofrenda en los cimbrados de mi cuerpo.
Quetzalcóatl, caliente es tu sangre y al caer en mi rostro desvanece el frío, con hambre de besos siembras latidos en mi sien.
Ámame y seré cautiva amante, donde podrás plantar los reyes que gobiernen sobre la tierra, calzados en pies de relámpago, y alados de lumbre, que soberanos harán de este siniestro universo, una nueva era de luz.

Combate...


Alguien duerme en esta funeraria de mi semblante, donde habita el miedo, deshilando las nostalgias que parecían imbatibles se posa en las fronteras de un reino cuyo centro es la evidencia. El sur se pierde entre la bruma. Dentro se aloja lo más vivo, ese ser resumido, ese silencio de infancia celosa, donde los papagayos y los insectos vuelan, cada uno a lo suyo. En un mismo horizonte, sin malicia, los mira la inmaculada muerte, con un verdoso vestido, que de pronto, en un arrojo rasga violenta; ya en desnudez total seduce como rosa abriéndose en el aire y ese ser aturdido no quiere oír más campanas. La oscuridad se deshace hasta hacerse transparente, la hoz de la mañana, hace temblar la savia desnuda, y el ser sale de su escondite más sereno, a despuntar un ultimo combate. La dama plateada que en su momento olía a rosas para atraer los insectos, se apoderó al fin de los pactos y ahora todo es penumbra y ahora todo es silencio.

Renacer...

La noche ha sido larga como de cien años de lluvia.
Respiraciones embravecidas inundan el líquido elemento de mi cabeza. Vértigo noctámbulo, jadeo precoz, huracán… agonía.
Para que poblarse de calma, si en ella nada existe. Bendito el viento que ha desatado su tempestad. Bendita la tierra que matiza de bríos a esta raza entumecida.
y del fondo de un cántaro colorado, jadea al fin alguna vena, ¿resistencia?, ¿encuentro?, o simplemente el suelo ancestral que reclama su equilibrio profanado.
Finalmente la tierra ha exigido su heredad y ni mil temblores, o chubascos compensan los verdes y azules teñidos de gris ceniza.
Llega la multitud, que se entrega sin sentir noches oscuras, ni galácticos mutismos y rinden culto a este cielo que amenaza mortal desde la altura.
No sé que fuerza me llama, me convoca en su entraña, pero acudo. Soy al fin parte del todo, mi piel fermentada podrá nutrir alguna semilla.
Dejo de pensarme dueña, para ser esa parte que siempre fui. Sobre este manto silvestre, anhelante de justicia, me entrego.
El dulce cataclismo acaricia desde lejos, en un período que sólo puede entender la misma naturaleza. Reinaran al fin las colinas limpias de plomo. Sólo queda esperar el concierto de silencios selváticos, que rugirán inevitablemente en otro amanecer.
Mientras tanto, en el ritmo de mi propio silencio seguiré dormida, y allí soñaré que el planeta renació.

Desvaríos...

Anhelo calor en este paraíso congelado de las quimeras. En mi estrecha condición humana, busco rivales con quienes pelear el triunfo de los caminos, pero esos rivales tienen mi rostro; camino hacia ellos y descubro que no podré pelear los trofeos manchados de barro que codicio, es una lastima pero no hay nada que repartir.
Espero un tiro de gracia, al mercenario que se cobija en mi interior ya no le quedan ni causas, ni excusas porque en esta dimensión no se lucha, solo se duerme. No hay escape, aun así insisto en empuñar mis fuerzas en el mar de las inquinas. Hallo una esperanza en el sueño, y despierto en una única pesadilla, en ella me enfrento a mi semejante ese que tiene mi rostro, que habla con mi voz, que tiembla con mis huesos.
Mi aliento vital se extinguirá en poco tiempo, el tiempo que dure una respiración, así que aprovecho para descargar mí pasión contra ese reflejo momentáneo y silente de mi espejo, es tan dócil que me avergüenzo, el lapso se venció, ya no respiro ahora solo duermo.

Sentidos...

Al límite de mi primer aliento te imagine, tratando de hacer posible lo incierto empezaron a quebrarse mis limites, se convierten en sueños que cabalgan con desenfreno hacia un camino, un aroma, unos labios.... la vida. Pretendo diluirme en ti como un mar indómito, seré estela que cruce el ocaso, ondee las montañas y sople el ventanal de los vapores calientes que te presiden, y con mi piel mestiza sedienta de texturas y peligros voy a tentarte.
Jugaré a incitar, seré de risa, de espuma y de hechizo y otro poco de cantares, cómplice de la diosa luna, de la diva estrella. Te buscaré en mis noches gélidas, y esos sueños seré libre hasta que mi mirar se enlune tanto que tenga que despertar a éste repentino sueño de autonomía.

Canto de Pez...

Soy solo hoja seca, hollín, éter; presencia que en la inmensidad se evapora impregnando cada respiro hasta desaparecer.
He dormitado por siglos en una verdad que no me pertenece, que no luché. Esa verdad me acogió en su seno tibio, me endulzó tranquila y serenamente, de pronto el temor del universo sujetó mi alma, me envuelve en angustia, llanto y vacío. Escucho a lo lejos una voz que levanta sesión diciendo: “Canto de pez que en las burbujas queda, así es el eco de tu voz que en el aire se permanece”. Por lo pronto soy esa copla que transita los caminos, veamos hasta donde sobrevive la apariencia.

Eternidad...


Mis fantasmas entonan melodías sobrias de frases gastadas, suspiros viejos y rancias vivencias. La soledad abundará, eterna vigía de los desvelos, carente de tibiezas, de caricias, sin estampa. Estará a mi lado hasta que estorbe y también le abandone. En ese rincón me quedaré, mi esencia se forjará infinitamente, seré átomo que se respire, espuma que se desintegre, sombra que se olvide.
Me hundiré en los poros de almas inexistentes y en tu alma. Al fin algo será mío, estaré realmente presente... mirando lo imaginado. Veré a la luna desangran gota a gota su pálida belleza. De vez en cuando los rayos de sol agitaran mi piel cuando se escurran bajo mi puerta. Ya fría y perpetua puedo sucumbir ante tu lecho oscuro, lapidada entre espectros seré eternidad.