miércoles, 24 de febrero de 2010

Quetzalcóatl...

Te deslizas con luces, y fuegos. Ardores de piel, de volcán, de universo. Andar impetuoso, que caldea el agua y la adormece.
Estampa brillante. Disfruta el tributo: grano bruñido del color de tus ojos ardientes.
Quetzalcóatl, padre primigenio, colma mi sangre, inunda de tu aroma mi ser para ascender bendita a tu encuentro, con el ardor del amante, y la alegría del niño.
Estimulo de mi sudor es tu fuego, anhelo transpirar cada fatalidad, no dejes recuperar y embalsamar mi cuerpo, que quiero evaporar los odios y las tristezas.
Gran mago de sueños vespertinos, enciende las noches con tus perpetuas viudas estrellas y en un vaso de oro dame el paso libre a la eternidad.
Quiero dar de mis pechos un fruto dorado como tu luz, amamantar a las razas de este légamo sinuoso, y crear una nueva dinastía de luz.
Regenera mi piel con tus rayos fecundos, turbulento señor de las llamas, enfunda mi ser en una vestidura ceñida de oro luminoso, y engendra en mi seno tus hijos sagrados esmaltados de maíz.
No quiero ser más de esas aguas sin brisa y sin olas, apacibles que caen sobre la tierra, quiero lamer la lengua sagrada templo de tu luz y allí encontrar mi postrer cobijo, señor de lo perdurable.
No ames a la luna cuerpo de gastadas sombras, que enciende su tez con luces prestadas, ilusoria gladiadora que con ascua impura quiere brillar. Ámame a mí que enseño a las mujeres a moler el grano, te entrego musical ofrenda en los cimbrados de mi cuerpo.
Quetzalcóatl, caliente es tu sangre y al caer en mi rostro desvanece el frío, con hambre de besos siembras latidos en mi sien.
Ámame y seré cautiva amante, donde podrás plantar los reyes que gobiernen sobre la tierra, calzados en pies de relámpago, y alados de lumbre, que soberanos harán de este siniestro universo, una nueva era de luz.

Combate...


Alguien duerme en esta funeraria de mi semblante, donde habita el miedo, deshilando las nostalgias que parecían imbatibles se posa en las fronteras de un reino cuyo centro es la evidencia. El sur se pierde entre la bruma. Dentro se aloja lo más vivo, ese ser resumido, ese silencio de infancia celosa, donde los papagayos y los insectos vuelan, cada uno a lo suyo. En un mismo horizonte, sin malicia, los mira la inmaculada muerte, con un verdoso vestido, que de pronto, en un arrojo rasga violenta; ya en desnudez total seduce como rosa abriéndose en el aire y ese ser aturdido no quiere oír más campanas. La oscuridad se deshace hasta hacerse transparente, la hoz de la mañana, hace temblar la savia desnuda, y el ser sale de su escondite más sereno, a despuntar un ultimo combate. La dama plateada que en su momento olía a rosas para atraer los insectos, se apoderó al fin de los pactos y ahora todo es penumbra y ahora todo es silencio.

Renacer...

La noche ha sido larga como de cien años de lluvia.
Respiraciones embravecidas inundan el líquido elemento de mi cabeza. Vértigo noctámbulo, jadeo precoz, huracán… agonía.
Para que poblarse de calma, si en ella nada existe. Bendito el viento que ha desatado su tempestad. Bendita la tierra que matiza de bríos a esta raza entumecida.
y del fondo de un cántaro colorado, jadea al fin alguna vena, ¿resistencia?, ¿encuentro?, o simplemente el suelo ancestral que reclama su equilibrio profanado.
Finalmente la tierra ha exigido su heredad y ni mil temblores, o chubascos compensan los verdes y azules teñidos de gris ceniza.
Llega la multitud, que se entrega sin sentir noches oscuras, ni galácticos mutismos y rinden culto a este cielo que amenaza mortal desde la altura.
No sé que fuerza me llama, me convoca en su entraña, pero acudo. Soy al fin parte del todo, mi piel fermentada podrá nutrir alguna semilla.
Dejo de pensarme dueña, para ser esa parte que siempre fui. Sobre este manto silvestre, anhelante de justicia, me entrego.
El dulce cataclismo acaricia desde lejos, en un período que sólo puede entender la misma naturaleza. Reinaran al fin las colinas limpias de plomo. Sólo queda esperar el concierto de silencios selváticos, que rugirán inevitablemente en otro amanecer.
Mientras tanto, en el ritmo de mi propio silencio seguiré dormida, y allí soñaré que el planeta renació.

Desvaríos...

Anhelo calor en este paraíso congelado de las quimeras. En mi estrecha condición humana, busco rivales con quienes pelear el triunfo de los caminos, pero esos rivales tienen mi rostro; camino hacia ellos y descubro que no podré pelear los trofeos manchados de barro que codicio, es una lastima pero no hay nada que repartir.
Espero un tiro de gracia, al mercenario que se cobija en mi interior ya no le quedan ni causas, ni excusas porque en esta dimensión no se lucha, solo se duerme. No hay escape, aun así insisto en empuñar mis fuerzas en el mar de las inquinas. Hallo una esperanza en el sueño, y despierto en una única pesadilla, en ella me enfrento a mi semejante ese que tiene mi rostro, que habla con mi voz, que tiembla con mis huesos.
Mi aliento vital se extinguirá en poco tiempo, el tiempo que dure una respiración, así que aprovecho para descargar mí pasión contra ese reflejo momentáneo y silente de mi espejo, es tan dócil que me avergüenzo, el lapso se venció, ya no respiro ahora solo duermo.

Sentidos...

Al límite de mi primer aliento te imagine, tratando de hacer posible lo incierto empezaron a quebrarse mis limites, se convierten en sueños que cabalgan con desenfreno hacia un camino, un aroma, unos labios.... la vida. Pretendo diluirme en ti como un mar indómito, seré estela que cruce el ocaso, ondee las montañas y sople el ventanal de los vapores calientes que te presiden, y con mi piel mestiza sedienta de texturas y peligros voy a tentarte.
Jugaré a incitar, seré de risa, de espuma y de hechizo y otro poco de cantares, cómplice de la diosa luna, de la diva estrella. Te buscaré en mis noches gélidas, y esos sueños seré libre hasta que mi mirar se enlune tanto que tenga que despertar a éste repentino sueño de autonomía.

Canto de Pez...

Soy solo hoja seca, hollín, éter; presencia que en la inmensidad se evapora impregnando cada respiro hasta desaparecer.
He dormitado por siglos en una verdad que no me pertenece, que no luché. Esa verdad me acogió en su seno tibio, me endulzó tranquila y serenamente, de pronto el temor del universo sujetó mi alma, me envuelve en angustia, llanto y vacío. Escucho a lo lejos una voz que levanta sesión diciendo: “Canto de pez que en las burbujas queda, así es el eco de tu voz que en el aire se permanece”. Por lo pronto soy esa copla que transita los caminos, veamos hasta donde sobrevive la apariencia.

Eternidad...


Mis fantasmas entonan melodías sobrias de frases gastadas, suspiros viejos y rancias vivencias. La soledad abundará, eterna vigía de los desvelos, carente de tibiezas, de caricias, sin estampa. Estará a mi lado hasta que estorbe y también le abandone. En ese rincón me quedaré, mi esencia se forjará infinitamente, seré átomo que se respire, espuma que se desintegre, sombra que se olvide.
Me hundiré en los poros de almas inexistentes y en tu alma. Al fin algo será mío, estaré realmente presente... mirando lo imaginado. Veré a la luna desangran gota a gota su pálida belleza. De vez en cuando los rayos de sol agitaran mi piel cuando se escurran bajo mi puerta. Ya fría y perpetua puedo sucumbir ante tu lecho oscuro, lapidada entre espectros seré eternidad.

Lo que se oye a lo lejos

Vino un grito de entraña con su mirada lívida, con su fusión de respiros ociosos y voces silenciosas a estallar en mi precipicio y a cruzarme el rostro de demoras. Vino mi voz, a puntear cada aurora de mentira, donde reposa mi suave memoria. ¿Qué soy? la humanidad no me define, no me circunscribe en su entorno virtual, desvanezco con esta aurora desteñida, que frío este que me ocupa. Cumbres de sacrificios, pueblan mis calles vacantes y por su blancura solemne, resbalan híbridos de júbilo y de condena. Voy a seguir oyendo estas voces, que enuncian los nombres que no conozco, rabiosos insomnios habitaron el escrúpulo. Soy capaz de matar los lirios al despuntar la tarde, si sigo oyendo esas voces. Fue mi latido a confundirse con ellas, nada tengo que esperar sólo la melodía; aquel canto de lobo marino, de hombre que no llega, de príncipe de tardanzas que a fuerza de éxtasis se puso mágico y transparente, a lo mejor por eso no aparece aún, sólo se oye a lo lejos una voz.

Al calor de un nombre...

Me disipo en aquellas junglas de mi trasnocho. Franca y terrosa, intento poblar mi cerebro de hazañas al calor de cada eco y en el precipicio sin fin de una voz. Voy de paseo por la senda perdida y por el surco de mis fibras, junto al rey pensativo de las esperas, palidezco, una sola mirada sideral me hace temblar. Cada cual en su propio yo, sin temor a amar, codicia en cada horizonte un llamado, por cada siembra un estallido, por cada calor un nombre, palabras sin semilla que germinen... hasta que se enfríe.

Espera...

Voy contando siglos para acercarme a ti, la espera a tu encuentro se vuelve un abismo, un olvido, un espejismo.
No sé si desistir a tu senda, virar la veleta hacia otro dominio, volcar el destino hacia la penumbra.
Mis escudos se vuelven contra mí, tus labios la gloría, tus ojos el desenfreno, tus manos la perdición. Mi espíritu el libro donde bordarás una historia, una fantasía.
Pasaran las huellas, las lunas, las despedidas. Mi boca sentirá el sabor a espera, a desconcierto, mis poros conservaran tu aroma adherido.
Tomaré marcha contraria a tu refugio, para perderme en alguien que no soy, para perforar mi blanda memoria y dejar de andar, reposar tendida en las dolorosas aguas del invierno, hasta naufragar, sumergirme y seguir esperando.

Retorno...

Estoy de vuelta. ¡He regresado al mismo camino!, a los mismos diluvios que me intimidan, que quieren llevarme a cierto lugar distante y al final no se arriesgan a tomarme. Mí rezagada memoria se desvanece en el precipicio del tiempo y después de huir como agua en los acantilados dejando muchas preguntas en las manos, no alcanzaré a enredarme en ningún cuerpo, y no podré reencarnar, a lo mejor mí tiempo ya pasó. Ahora no sé si debo rendirme. Me acorralan los verbos esos que sonámbulos transitan por mi mente aturdida, me acorralan los nombres los que deambulan grises y callados en mis calles recién lavadas por el llanto. Aunque en la espalda ya no me caben más latigazos, me azoto con ironías e indiferencias. Tal vez no pueda cambiar la dirección del viento, pero podré ajustar mis velas, seré una voz como caricia, un olor aferrado a la naturaleza, un recuerdo o mejor un olvido. De noche seré dos seres, uno de niebla y otro de frío, unos ojos curiosos que miren desde los últimos sueños. He preferido el retiro, deseo sumirme en el hogar de otras sombras, para espantar estas madrugadas gélidas que me gobiernan. Deseo arroparme con la brisa, con el último y quebrado aliento del amanecer, hasta que logre encontrar un nuevo ser, que quiera regalarme una nueva historia que vivir.

Equilibrio...

Quietudes de mi mente me rodean y danzan las copas. Fue mi latido fundido a enredarse en el tañido del mundo, aquel que ya es delirio. Repito sin cesar la suerte sonora de los nombres, de los deseos de contacto. Conquisto dominios olvidados, siento que a cada paso, voy pisando residuos de atardecer. Me hundo mientras mas avanzo; sé que la orilla es próxima.
Me agitan los Frenéticos deseos de buscar rastros, evidencias, es una prueba difícil. Llegan las cortes y en ellas el murmullo de una voz lejana; entre vocablos percibo sueños, y en ningún espíritu me reconozco. A través de los delgados hilos de la verdad, veo los párpados cansados de los durmientes, con ellos se cierran mis sentidos, todo termina... termina el aroma eminente de los jazmines porque no logro percibirlo, termina el destello de los ojos enamorados porque hasta el amor se evapora. Mi afecto nació y ascendió y sucumbirá como dejan de existir las cosas.
Al pasar de los ciclos, al calor de los cuerpos, sin olores, sin jazmines los amores nacerán y también otras cosas morirán ya que todo termina, y tal vez eleve mi mirar y con mi risa callada, sin importar a donde pertenezco, si al jardín o al desmayo, me meteré en los sueños, en otros mundos, en otros horizontes, hasta que mi presencia quede plasmada en las evocaciones, sustento de otras quimeras, para hacerme inaccesible y por fin poder cerrar los ojos.

Experiencias...

Voy a pegarme a la tierra como un epíteto cristalino, también voy a ser nube y a pesar de todo… de las huidas, me colgaré de algunas alas para remontar al horizonte donde el universo gira en armonía, ese horizonte de mis sueños diurnos, donde dibujo con mis ojos, la sonrisa, la gloria, y allí vivo fresca, líquida, indefinida. Y cuando de repente el ocaso descuelgue sin aviso las emboscadas de turbulencias, cerraré las ventanas de mis sentidos, para que no me seduzca la tristeza de los crepúsculos sin retorno. Y al final sin ataduras podré decir… te amo. Que importa si a quien amo no vuelve, porque la esencia de ese instante permanecerá imperturbable, y su silencio se cobijara a espaldas de todos los silencios y jamás ningún nombre borrará aquel de mi recuerdo.

Nilo...

A orillas del Valle del Nilo descansan las agudas notas de las señales ancestrales. El amor y el vacío desentrañan los misterios del Egipto Faraónico. Los mares sin rumbo conocen la sentencia, se asoman, se desdoblan. Las fábulas resurgen y el caos es de nuevo el inicio anónimo que alcanza el rondar de los pasos serenos. Despierta la temperatura de las tramas y los retiros. Los embrujos reavivan la sangre podrida por la tierra hasta que empieza a palpitar con más fuerza que en el primer nacimiento, vibran con la fuerza de la oscuridad.
Vigías interrumpen el reposo de sus venas, de sus sentidos, han profanado el lecho oculto y frío. Se levanta la nueva estirpe de espectros, merodean sin trayectoria, ellos serán la intuición, lo elemental, el componente tácito del enigma. La corriente arrastra, seduce y adormece, vamos hacia éste esencial espacio que nos pertenece, somos aquellos vigores, su yacimiento, su soplo, somos la lluvia.

Naturaleza...

Las nubes bajan a hacia mis manos, las toco y echamos a volar, en frívolos besos del inmenso mar el navegante quiere arrullar en oraciones mi alma.
Se van mis suspiros como frágiles amoríos, llego al sol las manos de Dios son cálidas.
Anhelamos el amor pleno en nuestro universo que como profunda expresión aflora. El ángel de la guarda con diáfano sentimiento llega para guiarnos en los quehaceres diarios.
Ámbar y carmesí matizan mis labios en espera de las caricias del cielo. Mas el oro y la plata no gobiernan el mundo reflejado en los sueños de un niño y en arco iris el cuerpo astral resplandece. Brotan flores, armonías y glorias celestes en el eterno vivir, en el inicio de un pajarillo al desplegar sus alas al viento.
El alma en vilo, la cruz a esperas y la calma en corazones repletos de blanco y espumoso amar y sed de paz.
El aura alumbra y se evapora en tornasoles, en crepúsculos de atardecer, estamos juntos en la profunda presencia del búho y la lechuza, en su mirar.
El sol mengua, anuncia anochecer. La luna danza con la música de las estrellas, todo es somnolencia divina, todo duerme hasta el comienzo de la naturaleza en su nuevo girar.

Entrega...

Del negro de tus ojos embebida, prisionera en tus palabras, en el sol de una noche en sus estrellas, sin enojo, con calma.
Con risa en los faroles, con besos y fuegos, detrás del horizonte con mucha vida, sorbos de presencia ya me bastan, sombras de cariño ya me aquietan.
Sin vacilar me entrego a la aventura de la vida. Sin miedos sin recelos sin amarguras. Ya la niña de mi alma creció a tu lado, en espiritualidades santas y cristalinas, te veo lejano y más cerca te encuentro.
Traviesos querubines me arrullan con dulzuras celestiales que cobijan y destinos solitarios que se abrazan. Voy en manos de la luna a tu encuentro, las olas golpean en tibios masajes mis pies cuando vuelo hacia ti, allí estás, me entrego al moldear embriagador de tus manos santas y me hundo en el infinito de tu universo.

Al caer de cada crepúsculo...


Al entornar el crepúsculo desencadeno los ciclos de las tinieblas y entrelazo definitivas extensiones de mi ego al vacío de los puntos fundamentales.
A mis propias conquistas me confino, sin más razón que huir de este mezquino infinito que nutre mis pesadillas, las mete en mis venas y las hace volar hacia ti y no estás.
Cual mentira piadosa fragmentas la madeja de mi blando corazón, aras en el líquido elemento de mis límites. Harás de mi alma hierbas y mariposas que dejan caer sus alas fatigadas ante el desengaño de tu afecto.
Abatidos los pasadizos de mi espíritu, van al encuentro de otro crepúsculo, penetrando los torrentes capilares de mis sitios sombríos, de mis noches. Se iza la señal de mi inalterable esencia, que vuelve su franca contemplación hacia ti, y en la ficción que dibujaste en todos nuestros espejos, estás realmente más lejano.

Éxtasis...

En la aurora de mi sangre te presiento, denso, silencioso, apetecible.
Mis noches crudas te invocan, demandan vida, piden un respiro en tu piel.
Ven y neutraliza mi espera, has que mi boca se llene de tu sabor, quiero delirar en la tibieza de tus manos, sentir cerca tu respiración entrecortada, romper la sobriedad de mis barreras, humedecer con tus fluidos mi tonta cordura, mi tez asaltada en ardores procura tu proximidad, quiero derrochar en fantasías, el brío de mis simientes. Hazme renunciar a la calma de mis temores, hipnotiza mi sensatez, permite que encumbre los confines del embeleso antes de volver inevitablemente a la rutina callada, serena y sin piel que me gobierna… quiero experimentar el sentido humano de ser mujer.

Gravedad...

Gracias al espléndido detalle de la ley de gravedad, he caído en los suburbios presa de la noche que huele a neón. Las calles tienen un extraño matiz.
La brisa de estimulantes, corre como componente básico de este aire nocturno y yo aspirando profundamente, me asemejo cada vez más a esos rostros que me rodean sin preguntas y sin nombres. La muerte aspira el hipnótico aire en la distancia, recorremos las calles como esnob de los paladines color púrpura que nos comandan, giran los umbrales al ritmo de cada jadeo, de cada inhalación.
Temblamos como mariposas heridas, somos pequeños seres de oscuridad, lejanos. No podemos tocar nuestros miedos en este día desnudo de sol, no podemos acercarnos no nos reconocemos.
Cuando seamos ceniza de otro espacio iluminado, entre el humo podremos respirarnos a nosotros mismos y allí tal vez encontremos un motivo para encender el universo.

Fragancias...

Entre todas las fragancias me embelesa tu aroma. Sospecho el perfume de hierbas, del romero y azahar de tu aliento.
Inhalarte en cada mar de mi subconsciente, embriagarme en tu humedad son las únicas razones por las que despierto de mi sopor, pues el olor de tu ropa es mi tierra, mi núcleo, mi cobijo.
Eres edén que como perfume de flores me extasía, iré peregrina hasta ahogarme en tu manantial, en tus mieles, sellaré los sentidos para solo abrigar tu fuente hasta la eternidad…

Silencios...

Que tu palabra lo sea todo, que no permita ni otro eco, ni otro sentido en mi origen. Opto por tus silencios en la nada, por los secretos que residen intangibles en tu memoria, por los vuelos humanamente fugaces y dilatados de verdad de tus huesos, por los raptos y camisas de fuerza que le pones a mis lamentos… al fin ellos son luces perceptibles en el alba y para el alba quedaran. Ahora solo viviré la noche, plena, legionaria de lujuria, rasgando con uñas las ráfagas de miedo, de ataduras. Insisto en ser piel, piel que tiemble a tu contacto, a tu respiro, ante tu inminencia. Husmeas la noche, has sido vagabundo en el adulterio y se destruyen los ocasos sin ti, dejan de existir los tapices de besos en la corriente. Eres mi naufragio de juicios antes de ser mi ausencia. Serás mi muerte y antes del amanecer, ese amanecer lleno de las verdades que duelen, que enojan, serás breve serenidad hasta convertirte en demencia.

Me pierdo...

Es cierto que me rindo cuando llegan tus voces, las mariposas de cobre de mis ojos se han postrado ante tu presencia, ahora vivo en el foco de un gran reloj de arena. Me tientas entre brumas febriles y yo creo. Las palabras perdidas, las sábanas de rocío que abrigan las risas, son antesala del calor de tu mirada fecunda. La ausencia de ti, es mi cansancio, mi ruina. Quise huir a esa voz desesperada y traté en vano de recordar mi camino; tengo los ojos tupidos. No hallé mis pisadas, ya me he olvidado, amnésica, disipada, ansiando juntar las absurdas fracciones de esta tentativa de existencia. Así me hallo ante un espejo polvoriento, fatigado. Y a pesar de todo aun puedo sorprenderme, aún sigo viva.

Ansias...

Acércate y justifica exacta y puntualmente la secreta duda que gobierna mi médula. Voy a comulgar con el suspiro del horizonte virtuoso que recurre a este sitio, a esta secreta habitación llena de vértigos. Un solo respiro de éste ser inefable que aparenta ser mi dueño, traspasa todos los umbrales como el monarca de las espinas y las penas. Así pues, van mustias y secas las hojas que oscilan en los fríos vientos de la madrugada, y lo que anhelo son aquellos pétalos, lluvia de pan, voz de cobijo de mis agónicas tristezas. Un solo retrato embarrado de sombra, un único zumbido de colmena desata las vibrantes voces de la mañana, para anunciar mí marcha al jornal de siempre: la conquista de mi propio ser.
Volveré de noche sin mas conquista que otro día menos de existencia, me he preocupado tanto en conseguir respuestas que he olvidado vivir. Mañana otra espera, otra melancolía, tal vez me decida a no buscar tanto, para poder encontrar en mi misma algo. Mañana a lo mejor me quede aquí en mi propio cuerpo.

Quisiera ser...

Quiero hundirme en tu respiración, ser sol ardiendo en pleno mediodía. Quiero saciar mi sed en tus labios… deja colmar mis sentidos asfixiados en el cielo, tu cielo que es Olimpo… Déjame crear una historia de duendes y hadas en el frescor de tu piel… déjame.
Déjame sobre un lecho de estrellas volar al infinito y no me mires con tus ojos cóncavos e inquisidores, déjame ser… Déjame respirarte sin preguntas, sin miedos, sin recelos, sin desdeño. Deja que en lontananza me acaricie la aurora en tu pálido regazo, que divague con astros, con luceros, con luces aunque sean falsas, con alegrías aunque sean sueños. Déjame ser alas libres en los vientos del sur, despegar de este suelo sórdido, adormecido y tan quieto que produce letargo… deja que crea que el mundo no es un lodazal, sino escalinatas plateadas que me llevan a la vida. Quiero creer que la humanidad supero al animal, que la energía existe, que soy más que un breve instante de calor, que mis palabras no son simples jadeos gastados en tu memoria. Quiero pensar en corazones de cristal dibujados en los rostros serenos, que los disparos son bengalas que anuncian alegrías. Déjame brillar en el frío de tu mirada ausente, quiero ser llama consumida en tus venas. No quieras que deje de ser, no quieras que deje de sentir, no quieras que deje de soñar… quiero darte asilo, embriagarme en risas, dejar de ser cuerpo y convertirme en alma… retornar a mi forma astral… mezclarme con la tierra, ser sangre furiosa, latido insaciable, quiero llorar sin tener que secar mis lagrimas al aire de la soledad, quiero tener motivos para reír, te juro que quiero vivir…. Para morir en paz.

Eros...


Secreta y sutilmente, va el soberano de los laureles por las urbes borrascosas, dando a la muchedumbre piezas de su alucinación, inyectando con sus dardos certeros, armas de la hermosura, el almíbar de su seducción febril, el destello de sus ojos enamorados. En cada trance ejerce el influjo de Venus, placida figura. Allí va el caballero de los suspiros interminables sobre los campos, va sembrando brasas, magias, éxtasis, ese es su vicio plácido. Viaja al tiempo en veloces plumas, con sus armas afiladas y sus estrategias claras, ante su efecto se desdoblaban las extensiones, se rinden los corazones. Se adueña de los mutismos y rebosa cada poro de su huésped, quien sin poner resistencia se entrega a la plena contemplación, a los delirios. Cada sentir frenético lleva su firma moldeada… cada saeta que lanza transporta dos destinos y una sola historia. Dios de besos, de espejismos, de arrojos… Dios de amor.

sábado, 20 de febrero de 2010

Vuelos...

Poema: Caribay vanegas
Ilustración Osvaldo Barreto
Hoy desperté y con unas grandes alas de mariposa me elevé hasta los astros, los labios del sol mi piel agitan.
Aspiro profundamente la humedad del viento, y con los peces, aquellos peces azules de mi historia, vago tranquila en mares profundos, de allí me impulso al vacío, ese desierto que solo pueden darse los amantes.
Soy esclava del fuego, me pueblo de días largos, soy pupila negra que vigila, cicatriz que no finaliza, huella de silencio que desgasta. Soy la ciudad primordial… la duda del comienzo, el andar del peregrino.
De los ecos: libertad de canciones bajo la lluvia. Aun así mi horizonte es fijo y tiene un buen semblante. ¿Adónde van a trasladarse los niños sin alas? , en este cielo no figuran.
Las embriagadas voces de delicia no florecen, no se oyen, tal vez les dé paso, tal vez se cuelguen en las hogueras y dejen de perturbar mi vuelo de murciélago.

Humanidad...

Como gota que rompe la roca, llegaste a fragmentar mi energía, viajé sola por la vida, caí sólida en precipicios, en sinrazones, fui presa de medusa, de su espíritu lóbrego. Se ahogaron los gritos de mi garganta antes de escapar. Pensé en tu nombre replica de agonía que se desdibuja en mi memoria, hebra de silencio que me invade, anhelo imperceptible de mis huesos, pero no llegaste a existir, te perdiste en el amanecer… en alaridos, en ardores inaccesibles.
Pasaran las eras y hemos de coincidir en otra superficie sin roces, sin fluidos, sin tez, sin recordarnos.
Pasará otra época, la luna mustia oprimirá mi semblante oscuro y he de ser ánimo que ronde fatigas. Mi pulso estremecido te buscara sin encontrar más que tu perfil marchito y sosegado, cruzado de esperas de disturbios… ha pasado el tiempo. Los bríos flotan como esporas codificadas en otra lengua que no deducimos… el amor. ¿Me conoces?, solo somos testigos del tiempo no transcurrimos con él, sucumbimos ante él. Las noches fecundan sospechas en mi vientre vacío y he de concebir angustias, llantos. Me elevaré y seré huracán hambriento que trague los capullos de los sueños, pero soñamos como humanos, y eso somos… simplemente humanos.

Placer solitario...

Voy recorriendo mis propios laberintos, los caminos descubiertos. Mis manos peregrinas palpitan ante deseos vedados, hoy me reconozco con mis propias venas dilatadas, Sentiré...mientras el universo con sus tempestades parpadee sin descansar, mientras mi océano descanse sobre los deseos y los murmullos de la vida se enciendan a lo lejos. Sufriendo la cadencia del desenfreno vestiré de sedas para dormir a espaldas del recato, para prepararme a la fuga de la prudencia, del decoro. Es mi propia piel sacudida que perfora, son esos suspiros retenidos, esas euforias, me amparo en inconfesables deleites. A tantos lapsos de la marea este oleaje puede acercarme a la orilla. Ya no volverá la calma de mis noches, cada extensión de esta piel silvestre reclama hambres dormidas. Desato los corales de mi pecho se agitan mis arterias... cuando llegue al puerto de la cordura anhelaré el mar con sus olas bravías, el viento marino, las tormentas de arena… por lo pronto solo tengo que despertar.

Sueño...

Poema: Caribay Vanegas
Ilustración: Osvaldo Barreto



Volví a soñarte en ese sueño mítico y espumoso, donde repito a tu oído cansado, las frases que por milenios han dicho los amantes.

La prisa del sueño me roba la única posibilidad de hallarte más allá del tiempo y de nosotros mismos.

Mi voz gastada de tantas palabras es eco perdido, y tu oído asediado se entretiene en bloquear los sonidos para irse a volar.

¿Como acercarme sin que el sueño despunte implacable hacia el despertar?.

Cerraré los ojos con fuerza hasta que el sol me queme las pestañas, y allí, en mis ojos cerrados, tendré todos los instantes de tu risa que desee.

A lo mejor el sueño me acerque a la muerte, y será una muerte bendita esa la de tu imagen eterna estampada en mi mirada.

Nocturno...

Llega la noche plateada, bulle en mi espera la rosa, su aroma me invade y en mis ojos sueña.
De la Diosa Serpiente presiento el danzar convulso, su espíritu se adueña del mío y bailo, mis pies se elevan, el piso se hace nube, mi piel etérea sigue bailando, busco otra piel, otro cuerpo, una ráfaga pirea para que abrace los sentidos y ardan en el mar de los deseos.
Te encuentro, mi conciencia esta en jaque, me abandono al lírico delirio de tu voz, vamos en alas de mariposas al viento, somos respirables.
No hay pena, niebla o dolor que nos alcance, las caricias llegan pausadas pero seguras, la sangre fluye en cascadas indetenibles y mis poros abiertos, anhelan el dulzor cálido de tu aliento.
No existe el pecado todo es entrega, hasta la tierra se enamora al contacto, soy mezcla de néctar ambrosía y espuma que se pierde entre tus manos.
Fuegos violeta y azul, se asoman a mis ojos serenos y el danzar nocturno continúa. Resucita mi sangre india, mi esencia gitana, mi hoguera interior. Renacen las fragancias, sándalo y canela perfuman nuestro círculo.
Llega el juego de besos discretos que se desatan, ansias misteriosas, nos acogen en indecibles sismos corporales. Ardientes manantiales, que no alcanzan a saciar mi boca a tu espera y gammas tornasoladas se dibujan en mi rostro que se pierde en el embeleso.
Densa tu mirada escruta el prisma jubiloso del volcán que nos funde, el sortilegio fluye en bohémicos andares, prosigues la leonica expedición en mi pecho, desandas con tus labios los caminos que han forjado tus manos en mi cuerpo.
Se aviva la apetencia en ambos, los besos no bastan, las caricias no alcanzan, es más que carne, mas que alma.
Se acelera el pulso como torrencial fuente viva, brota el sudor, se mezcla y nos inunda, en esa mágica humedad navegamos al encuentro, aunados en la tarea del placer.
Venus nos rige, nos embriaga y nos seduce, aspiramos el Olimpo, alcanzar la cumbre es oficio cercano.
El regocijo se hace presente, nos sacude en dulces espasmos, orgásmicas notas melodiosas y perfectas. Se bloquean mis defensas y ceñida a tu entorno despliego sonrisas y suspiros de calma hasta abandonarme al vuelo libre de sensaciones puras y hondas.
El alba anuncia retiro, el divino quehacer cesa, como cesa el aspaviento, se apagan las estrellas.
Despierta el canto matutino, marchas centinela. ¿Pronto será tu regreso? Quien lo supiera, solo somos espíritus libres que detienen por momentos su independencia… Me cobijo en la letanía de tu espera, sueño abrazada a tu recuerdo, me suspendo en el letargo y duermo.

Mujer...

Mujer de barro, sangre real más por verdadera que por majestad,
mujer latina de fuego y brasa, has labrado otro día,
tejido otro sueño, tallado otra vida.
Le das a los hijos, más que raciones de cuerpo, sustento de alma.
Bravío y fuerte tu brazo alcanza para sembrar el maíz,
y acunar la esperanza en los ojitos soñadores.
El sol aún tímido quiere abrazarte, ante tu piel fuerte y cálida se rinde.
Hay surcos en tu rostro, mujer de piel y espíritu de acero.
Surcos de fertilidad, de belleza infinita,
de profundo saber, embellecen tu sagrado rostro.
Es tu aliento de hierbas y café, dulce aroma
que anima el quehacer bendito, y ante las sedas y las riquezas
triunfará tu pie que lava las penas en el río,
triunfarán las sonrisas que has pintado
en las caras morenas de tu brava estirpe

Moléculas...

Molécula a molécula derramo mis fluidos en ti, para ser de tu piel inquieta, de tu moldear profundo, profano... para ser humana

martes, 16 de febrero de 2010

Hechiceras

Poema: Caribay Vanegas
Ilustración: Osvaldo Barreto

En el follaje de la lomas,
vibran los sentidos ocultos de la madre tierra;
espesos, viscosos y excitantes. Las venas tañen razas de barro.
Se cubren los dominios de pecados veniales:
los de la naturaleza, y de mortales: los del hombre.
La luz cierra sesión en los caminos clandestinos,
para dar paso a la barahúnda de hechiceras.
Invocaciones envuelven el crepúsculo,
ceras, resplandores, danzas vedadas, desnudeses, risas.
El olor de azafrán y almizcle rebosa el ambiente.
Llegan los ecos como incitados por el viento del oriente.
Helados silbidos, me llevan de la mano por la senda continua.
Un soplo de brisa traslada sus voces dando tiempo
a que emerjan las sombras íntimas.
A cada aparición, me zumba en lo aparentes oídos,
el raído estrépito del tábano, que enuncia mi nombre.
En un lecho oscuro me esperan los vivos,
y yo les veo llegar desde mi propia tumba.



Poemario El Canto del Pez
Poemas: Caribay Amarú Yamarí Vanegas Santander
Ilustraciones: Osvaldo barreto