miércoles, 24 de febrero de 2010

Combate...


Alguien duerme en esta funeraria de mi semblante, donde habita el miedo, deshilando las nostalgias que parecían imbatibles se posa en las fronteras de un reino cuyo centro es la evidencia. El sur se pierde entre la bruma. Dentro se aloja lo más vivo, ese ser resumido, ese silencio de infancia celosa, donde los papagayos y los insectos vuelan, cada uno a lo suyo. En un mismo horizonte, sin malicia, los mira la inmaculada muerte, con un verdoso vestido, que de pronto, en un arrojo rasga violenta; ya en desnudez total seduce como rosa abriéndose en el aire y ese ser aturdido no quiere oír más campanas. La oscuridad se deshace hasta hacerse transparente, la hoz de la mañana, hace temblar la savia desnuda, y el ser sale de su escondite más sereno, a despuntar un ultimo combate. La dama plateada que en su momento olía a rosas para atraer los insectos, se apoderó al fin de los pactos y ahora todo es penumbra y ahora todo es silencio.

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