miércoles, 24 de febrero de 2010

Lo que se oye a lo lejos

Vino un grito de entraña con su mirada lívida, con su fusión de respiros ociosos y voces silenciosas a estallar en mi precipicio y a cruzarme el rostro de demoras. Vino mi voz, a puntear cada aurora de mentira, donde reposa mi suave memoria. ¿Qué soy? la humanidad no me define, no me circunscribe en su entorno virtual, desvanezco con esta aurora desteñida, que frío este que me ocupa. Cumbres de sacrificios, pueblan mis calles vacantes y por su blancura solemne, resbalan híbridos de júbilo y de condena. Voy a seguir oyendo estas voces, que enuncian los nombres que no conozco, rabiosos insomnios habitaron el escrúpulo. Soy capaz de matar los lirios al despuntar la tarde, si sigo oyendo esas voces. Fue mi latido a confundirse con ellas, nada tengo que esperar sólo la melodía; aquel canto de lobo marino, de hombre que no llega, de príncipe de tardanzas que a fuerza de éxtasis se puso mágico y transparente, a lo mejor por eso no aparece aún, sólo se oye a lo lejos una voz.

No hay comentarios: