Del negro de tus ojos embebida, prisionera en tus palabras, en el sol de una noche en sus estrellas, sin enojo, con calma.
Con risa en los faroles, con besos y fuegos, detrás del horizonte con mucha vida, sorbos de presencia ya me bastan, sombras de cariño ya me aquietan.
Sin vacilar me entrego a la aventura de la vida. Sin miedos sin recelos sin amarguras. Ya la niña de mi alma creció a tu lado, en espiritualidades santas y cristalinas, te veo lejano y más cerca te encuentro.
Traviesos querubines me arrullan con dulzuras celestiales que cobijan y destinos solitarios que se abrazan. Voy en manos de la luna a tu encuentro, las olas golpean en tibios masajes mis pies cuando vuelo hacia ti, allí estás, me entrego al moldear embriagador de tus manos santas y me hundo en el infinito de tu universo.
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